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Desintoxicación

No soy supersticioso, pues trae mala suerte, pero me gusta empezar el día con gestos y actos tan repetidos en el tiempo que ya son una especie de ritual apotropaico. O al menos, eso era antes.

De mis acostumbrados desayunos de mantel de hilo, croissant recién hecho con mermelada de rosas, té, Bach y periódico y rosa blanca sólo quedan mantel, Bach y té. Años de heroica dedicación a la gastronomía y menosprecio de cualquier otra actividad física que no sea el levantamiento de vidrio en barra fija no han contribuido precisamente a lucir la forma óptima para correr -y acabar- una maratón. Así que desde enero estoy observando una dieta que, además de quince quilos, se ha llevado por delante las liebres royal, el rabo de toro y las doscientas variedades de chocolate belga con que celebraba San Hoy es Hoy, entre otras muchas añoradas delicias. Mis desayunos son ahora más frugales, té sin azúcar y pieza de fruta; ¡quién te ha visto y quién te ve, Theo!, desayunarse con peras, manzanas o melocotones el que acuñó la frase “comer fruta fresca es cosa digna de animales o de salvajes, que por algo el hombre civilizado ha aprendido a hacer mermelada.” Dicen que si practicara algún deporte no tendría que ser la dieta tan rigurosa, pero como aún no he encontrado el modo de hacerlo sin tener que vestir de mamarracho, seguiré mordisqueando troncos de apio y zanahorias como un conejo hipertrofiado. No es que pretenda postularme a portada del próximo catálogo de Abercrombie ni que el abandono de X me haya sumido en una tardoadolescencia, pero confieso que recuperar tallas que hacía cinco años que había descartado me ha proporcionado mayor alegría de la que al principio supuse; a pesar de todo, sigo sin encontrarle ningún tipo de gracia, sabor o gozo a ensaladas, verduras y pescados hervidos o carnes a la plancha sin aceite ni sal, y suspiro de añoranza ante el aroma de unos callos con garbanzos, la textura del milhojas de foie con manzana caramelizada o el recuerdo del sabor del filete de a la Wellington. Porque, desgraciadamente, he dejado de comer para simplemente alimentarme y, como todo yonki, nunca sanaré del todo

Por los mismos motivos de salud -sino inmediata, sin duda a medio plazo- he dejado también de ver noticiarios y leer periódicos, adicción ésta de la que me ha costado librarme aún más que de las garras de Apicio, Carenne o Brillant Savarin. Leía cada día ElPaís, El Periódico, Público, La Vanguardia, El Mundo, ABC, Avui y dos periódicos locales de mi desde lejos querida Biluba. Siempre he sido consciente de las limitaciones de la prensa y las carencias de los periodistas, pero quizá en los últimos meses mi nivel de tolerancia a la incompetencia ha disminuido lo suficiente como para no seguir tolerando despropósitos y, tras constatar que no hay tema del que yo tenga mínimo conocimiento que sea tratado de manera documentada, con rigor, imparcialidad o precisión, temiéndome que lo mismo ocurra con los muchos temas de que nada sé, he optado por dejar de leer o escuchar nada, que para que me cuenten cuentos, prefiero que lo haga Hoffmann o Chejov, que son profesionales.

¿Cuál fue el detonante? No podría muy bien decirlo… supongo que fue un cúmulo de situaciones en poco tiempo que colmaron el vaso de chupito de mi paciencia. Ya sé que a la mayor parte de los periodistas esto de los números les viene grande, pero convendría que aprendiesen a utilizar las unidades como es debido y que las 500.000 hectáreas que este verano ardieron en Rusia, con todo y ser mucho, no equivalen a la superficie de España, como dicharacheramente dictaminaron los alegres muchachos de T5, sino a una centésima parte, que 500.000 hectáreas no son 500.000 quilómetros cuadrados. Contento tengo que estar, al menos, de que usaran unidades de superficie para referirse a superficies, y no dijesen que se había quemado un Terabite o 500.000 metros cúbicos, que este que escribe ha escuchado mensurar la copa de un castaño centenario en “doscientos metros cuadrados de diámetro.” Pocos días después, una noticia en prensa se refería al auge en televisión de las series históricas y, entre las futuras, incorporaba “Canción de Hielo y Fuego”, saga fantástica de George R. R. Martin que de histórica no tiene más que caballos y armaduras y castillos, motivo que al autor del artículo le pareció suficiente para “sostenella y no enmendalla”. Pero creo que el motivo definitivo fue la más que deficiente cobertura que se dio al conflicto minero de Potosí -Bolivia- que estalló a finales de julio de este año, donde no hubo noticia, las pocas que hubo, que tuviese remoto parecido con la realidad, y donde las fuentes de información elegidas distaban mucho de tener algo razonable y razonado que decir. Estaba yo comiendo cualquiera de esas porquerías insípidas que entristecen mis mediodías cuando oí en las noticias: “Tres turistas catalanas atrapadas en el conflicto de Potosí”; al dar el nombre de las turistas y oír el de mi hermana, que lleva diez meses allí con el trabajo de campo de su tesis, me levanté, apagué la televisión, cerré el periódico y no he vuelto a encenderla ni a abrirlos. Desde entonces, los 40 escasos minutos de mis mediodías los invierto viendo el Arucitis en lugar de malgastarlos escuchando noticias ficción.

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Pepe el Brujo

Pocas cosas son tan esclarecedoreas del nivel general (educativo, cultural, ético…) en que se mueve un país como los políticos y la televisión que tiene. Antes de seguir, esperaré unos minutos por si alguien quiere echarse a llorar.

Que en pleno debate presupuestario tenga menos cuota de pantalla  -pero mucha menos- la ministra de Economía que un individiuo que afirma haberle hecho vudú o echado mal de ojo a otro que se embolsa más de mil euros a la hora por cocear un pellejo de cuero hichado habría sido un gag desproporcionado en cualquier novela satírica, desestimado por excesivo. Pero en España, país que inventó la astracanada, la vida imita el arte.

Hace ya bastante tiempo que doy bastante poca credibilidad a las noticias de información general y ninguna a las deportivas, indistinguibles en formato, dinámica y profesionalidad de controversias tabernarias o de cualquier debate del corazón en una peluquería, pero que un personaje que se define a sí mismo como brujo profesional pueda encabezar la sección ha sido una vuelta de tuerca que ha sorprendido incluso a alguien como yo que ya se esperaba cualquier cosa de los Santos, Lamas, Lobatos, Abades y Saucas. Y cuando el freaky en cuestión

es ya tema recurrente durante dos semanas y cotizado tertuliano de plató en plató, uno empieza a buscar la puerta para saltar de este tren en marcha.

Poco esperaba de la prensa española, pero jamás que se le diera pábulo e incluso verosimilitud a semejante personaje y sus estrabóticas afirmaciones. ¿Qué será lo próximo? ¿La Bruja Lola encargada de la sección económica? ¿Sustituir a Montesdeoca y el satélite meteosat por Aramis Fuster leyendo las tripas de una gallina para predecir el tiempo? ¿Paco Porras en política vaticinando los resultados electorales con un caldo de apio en lugar de analizar encuestas a pie de urna? Bueno, estos dos últimos ejemplos no son muy buenos, que igual los brujos atinarían más en esos campos echando huesos de pollo que los que interpretan las fotos del satélite o los sondeos…

Lo último fue cuando se llevó al tiparraco en cuestión a un programa para que maldijera a la competencia, con la casualidad de que, en lugar de hundírsele la aundiencia a la víctima del maleficio, disfrutó del mejor resultado de la temporada. Y en esto que uno de nuestros periodistas -por favor, qué alguien me diga dónde diablos les dan el título, o si el ejercicio de la profesión requiere un previo suicidio masivo de neuronas- concluye sesudamente, entre asentimientos de sus contertulios:

-Esto demuestra que es un farsante.

Pero, ¿nos hemos vuelto todos locos? ¿Realmente era necesaria una demostración empírica de que todo era una inmensa tomadura de pelo? ¿En pleno siglo XXI gente que se supone con estudios se planteaba la posiblidad de buscar en conjuros maléficos y aquelarres de brujos la explicación a nada? ¿Dejamos la interpretación de las noticias económicas y políticas en manos de gente que necesitó falsacionar a lo Popper a un brujo para restarle credibilidad, como si el vudú fuera una teoría científica equiparable a, pongamos por caso, la teoría de la relatividad? Que España es un país sin ningún tipo de rigor científico ya lo percibió con claridad Josep Pla en una entrevista con Montserrat Roig allá por 1980, pero ni el socarrón y desengañado amupurdanés habría imaginado que casi 30 años después el nivel medio de la ciencia en el país sería tal que una interpretación mágico-ritual del mundo tendría audiencia, y no sólo entre rústicos e iletrados, sino entre universitarios. Y es que en está sociedad belenestebanizada la ignorancia empieza a ser de buen tono.

Insisto en que en Hendaya, la Junquera y Canfranc habría que sustituir las aduanas abandonadas por taquillas y vender entradas para este inmenso circo donde payasos, brujos y monstruos acaparan toda la atención de un público idiotizado. Pero a mí, por favor, que me indiquen por dónde se sale.

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El pasado 4 de junio era presentado en Madrid el libro El ADN de los escritos de Colón, obra de la profesora emérita de la universidad de Georgetown Estelle Irizarry. Así que la polémica que ahora ha levantado la prensa española aprovechando el 12 de octubre se nutre de noticias viejas.

(Imagen de Amazon.com)

La autora, hispanista de prestigio, se preguntaba el porqué del tan incorrecto castellano en que se expresaba el almirante y, analizando muy detalladamente muchos aspectos de todos los manuscritos atribuidos al almirante, desde el léxico a la puntuación, llega a la conclusión de que era no era genovés, sino súbdito de la Corona de Aragón y, además, catalanoparlante nativo. Por ejemplo (p. 184):

La puntuacion con virgulas tiene implicaciones geograficas que se reflejan en el siglo XV y principios del XVI.
* No es característica de manuscritos o impresos de Castilla. * Es usual en textos escritos o impresos en el idioma catalán en prosa y para separar hemistiquios en verso.
* No es característica de Génova, Florencia ni Venecia.

Para concluir rotundamente (pag 202):

La puntuación es un método, una herramienta para explorar adicionales vínculos geográficos posibles en el futuro, pero por ahora los resultados de las presentes investigaciones apuntan a un origen geocultural catalán, temprana educación judía y familiaridad con la labor y tradiciones masoréticas.

No soy filólogo. No estoy en absoluto capacitado para evaluar ni la metodología ni las conclusiones a que ha llegado la autora. Sólo diré que, gracias a que la profesora en su obra ha señalado las fuentes con que ha comparado las cartas del almirante, me ha parecido seria, documentada y, como mínimo, verosímil.

No tengo ninguna intención, pues, de entrar en polémicas sobre si es cierto o no, ni mucho menos debatir la profesionalidad de una investigadora de intachable trayectoria. Lo que quiero destacar aquí es cómo ha tomado la prensa la noticia. Compárese, por ejemplo, la información que suministra el periódico argentino La Nación o la página española de la británica BBC con la torpeza, imprecisión y falta de rigor con que un periódico español supuestamente serio, El País, se hace eco de la publicación. Y mejor no digo lo que pienso de la ética profesional del que escribió sin firmar una crónica que no distingue noticia de opinión en el panfleto ese que es Periodista digital.

Argentinos y británicos, ajenos a la esquizofrénica realidad política y social española -tan desquiciada que prefiere que una de las figuras claves de nuestra historia sea extranjera antes que catalana- afrontan la noticia con objetividad y precisión

Ahora una investigadora de la Universidad de Georgetown, en Estados Unidos, viene a avivar debate al asegurar que Colón provenía de la antigua Corona de Aragón y que su lengua materna era el catalán.

La profesora emérita Estelle Irizarry llegó a esta conclusión -que ya había sido apuntada anteriormente por algunos historiadores- después de analizar detalladamente más de cien documentos que se le atribuyen al navegante.

En El País, en cambio, no sé si por haberle sido encargado a un becario indocumentado o por una suma de complejos inconfesables, se adentra en ella balbuceando, imprecisa y con notorios errores históricos:

Irizarry, profesora de lingüística de la prestigiosa universidad, asegura que Colón era un catalanohablante del Reino de Aragón. Este estudio entra de lleno en el debate, todavía abierto, sobre los orígenes del hombre cuyos viajes, en el siglo XV, cambiaron para siempre el orden mundial. Mientras la teoría más comúnmente aceptada asegura que Colón era hijo de una familia de comerciantes genoveses, hay quien asegura que en realidad era catalán, balear, portugués, francés…

Y es que, salvo el condado de Ribagorza (que no es el caso de Colón) no se puede ser ‘catalanohablante del Reino de Aragón’, sino de la ‘Corona de Aragón’. Que un periodista español confunda un término (Reino de Aragón) con otro (Corona de Aragón) es inconcebible y cuando británicos y argentinos lo distinguen perfectamente es ya una indignidad, bien por la ignorancia, bien por la malevolencia que trasluce.

El anónimo autor del artículo de El País  huye como de la peste de decir que Colón era catalán, cosa que afirman tanto la autora reseñada como los colegas de la prensa extranjera. Casi parece que afrontar la posibilidad de que Colón hablara catalán no sólo en la intimidad le atragantó los festejos de la Hispanidad al redactor de Cultura de El País. El adjtivo ‘catalán’ en un contexto no peyorativo debe ser malo para el negocio.

La que de verdad me da pena es la profesora Irizarry, que no sabía en qué berenjenal se metía al agitar ciertas aguas y que a su edad habrá de ver cómo una panda de exaltados anónimos la acusarán en todos los foros de estar a sueldo de políticos e instituciones de los que no había oído hablar nunca… País de cabreros.

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Hay un empeño en entretenernos con una trama de sainete para que las hojas no nos dejen ver el bosque. Personajes estrafalarios con apodos que parecen salidos de una comedia de Valle-Inclán (El Bigotes, el Curita, el Albondiguilla) van protagonizando subtramas cada vez más esperpénticas en las que al final se pierde de vista el argumento principal de la operación Gürtel, que no es otro que una gran trama de corrupción que salpica al PP de media España y en la que presuntamente estarían empantanados desde el alcalde de Boadilla del Monte, Arturo González Panero, alias ‘el albondiguilla’ hasta el presindente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, alias ‘el curita’, pasando por el tesorero del PP y senador, Luis Bárcenas, el diputado por Segovia Jesús Merino y el europarlamentario Gerardo Galeote. En este último caso, ya parecen que son negocios de familia, pues papá, José Galeote, ex concejal de Boadilla, y el hermanito, Ricardo Galeote, ex concejal de Estepona, también están imputados.

Cuando ya en febrero los nombres de Camps y Costa, empezaron a sonar, el presidente valenciano negó todas las acusaciones varias veces en el Parlamento autonómico; pese a todas sus protestas de inocencia y a la convocatoria de leales para vociferar su inquebrantable adhesión, fue imputado y tuvo que declarar ante el juez el 19 de mayo. Poco debieron impresionar al juez del TSJV, José Flors, las algaradas de los leales y el desfile de altos cargos a las puertas de los juzgados, pues el lunes 6 de julio decidió que hay indicios para seguir investigando a Camps, y la posibilidad de que el molt honorable y el secretario general del PP valenciano, Ricardo Costa, acaben calentado banquillo de acusados por cohecho empieza a asumir contornos bastante definidos. Si no os habéis enterado de este auto, no es culpa vuestra, pues el día que casi estalla la guerra civil en Honduras, que en una provincia china se desata una matanza con cientos de víctimas y que a Camps se le perciben ‘indicios racionales de delito’ no hubo en las televisiones españolas noticia más importante que la presentación de Cristiano Ronaldo.

Y aquí es entonces cuando doña Rita dio el zapatazo sobre la mesa. La alcaldesa de Valencia, que hasta ahora había ejercido de figurante en el desfile de autoridades y cargos del PP en apoyo manifiesto al líder injustamente acusado por esa caterva de rojos y masones revanchistas, ha decidido que la mejor manera de disipar la amenaza de juicio es encender el ventilador y esparcir su mierda en todas las direcciones y que nos salpique a todos.

Apenas conocido el auto del juez Flors, a doña Rita, que quizá esté mejor informada que los que se encastillan en defender desde el PP la intachable inocencia de Camps y por eso hasta ahora no había dicho nada, le pilla un calentón  y decide meter en el mismo saco las anchoas que el presidente de Cantabria regala a Zapatero en sus visitas a la Moncloa que los trajes que Camps siempre ha negado que le hayan regalado. El PP de Cantabria se desmarca de las “desafortunadas declaraciones” de doña Rita -por cierto, ¿soy yo el único que piensa que esta señora en algún momento pudo haberse llamado Manolo?- y la sede de Génova se echa las manos a la cabeza. No por la infamia que representa confundir los regalos institucionales que un representante público da a otro -caso de las famosas anchoas- con unos regalos que una empresa hizo a un político a cambio de unos favores, en este caso la concesión directa de la organización de eventos que se pagan con dinero público -y el dinero público, diga lo que diga la ex ministra Calvo, no es ‘dinero de nadie’, sino de todos-. No, no es esto lo que le preocupa al PP; es más, ya le va bien que a la opinión pública se le confunda lo legal con lo ilegal, lo blanco con lo negro y se le mezclen churras con merinas en una inmensa empanada mental donde ya nadie tiene claro nada, la vieja política del PP del todo vale y todo es un arma electoral, aunque ello envíe al traste la estabilidad política e institucional del país. Lo que le preocupa a Génova es que el exabrupto de Rita Barberá -que la prensa televisiva, como de costumbre, se ha tragado acríticamente sin analizarla en absoluto- reconoce ímplicitamente el delito que se acusa al muy honorable Camps.

Doña Rita, envalentonada, no sólo no se retracta, sino que se reafirma en su dislate, y propone incluso que se cambie el artículo 426 del Código Penal:

Artículo 426.

La autoridad o funcionario público que admitiere dádiva o regalo que le fueren ofrecidos en consideración a su función o para la consecución de un acto no prohibido legalmente, incurrirá en la pena de multa de tres a seis meses.

¡Sí, señora, con un par! Los tiene usted mejor puestos que muchos que se afeitan en su partido: “Si las reglas que hay me perjudican, se cambian y punto”. Nadie se ha escandalizado de semejante declaración de principios sin ningún tipo de principio moral, ético o democrático o con la malversación de fondos públicos a cambio de favores en metálico o en especies… aquí, nos entretenemos en el debate entre trajes y anchoas o en dilucidar si no sé quién acabará jugando de 7 en el Sporting de Vetera o de 9 en el Thundertentrockfussballclub. Y es que, como ya dijo el presidente de la Diputación de Castellón, con más causas abiertas que Julián Muños, a los ciudadanos les da igual si Camps y Fabra son corruptos, les siguen votando. Bueno, pues que se pare esto, que si no se bajan ellos, me bajo yo, pero en el mismo tren no podemos ir.

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La prensa española, especialmente la deportiva, tiene la curiosa habilidad de lograr que medio país acabe odiando a cualquier profesional que despunte un poco. Da lo mismo que hablemos de cineastas, escritores, arquitectos, actores, tenistas o pilotos de F1. Además, su capacidad para decir una cosa y la contraria sin que nadie les reproche la incoherencia, merece, con la nariz tapada por le hedor, cierta admiración. Pese a todo, he decidido con este post inaugurar una sección nueva en el blog, “Con patatas”, aquellas noticias o declaraciones que políticos o periodistas deberían haberse comido con patatas por falsas o, como mínimo, precipitadas. Claro que esto sólo sería posible si tuviésemos una prensa y una sociedad democráticamente maduras, con lo que nos tendremos que conformar con lo que cuatro bloggers locos hagamos.

El deporte me importa bastante poco, y sólo lo sigo desde un punto de vista cultural; no me interesa tanto el partido como la retransmisión. Viktor Klemperer, en su célebre LTI: La Lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo, recogió con meticulosidad y sentido del humor -detalle éste altamente encomiable en alguien cuya superviviencia en ese terror era poco menos de improbable- la evolución semántica y los giros lingüísticos que iban produciéndose en los 12 años del milenario Reich, la alteración del idioma alemán para introudicir las ideas nacionalsocionalistas en el pueblo a través de la lengua; esta obra dedesbrozaba el camino de una posterior sociología de la retórica autoritaria que jamás se ha emprendido, pero que sería altamente significativa. Supongo que por eso no se ha hecho.

Pero a mí si me interesa analizar el idioma que usa la prensa, pues en este neofeudalismo en el que vamos precipitándonos ella ocupa el lugar de la Iglesia como domeñadora de conciencias en la concepción tripartita de la sociedad.

La construcción de un idolo en España es un fenómeno complejo, donde los elementos irracionales desplazan como en ningún otra parte cualquier análisis cartesiano. Se ama o se odia visceralmente; Brenan, El laberinto español, decía que la historia del siglo XIX español se resumía con el pueblo detrás de los curas, bien llevando cruces en procesiones, bien estacas en revoluciones, pero sin ningún tipo de reflexión que sustentara la acción. Y es en esta visceralidad, poco dada a la introspección y al examen de conciencia, donde pone sus huevos el basilisco ibérico en sus dos aspectos más manifiestos: el jingoísmo, que desprecia todo lo ajeno aún cuando lo ignore, y un feroz individualismo que no haya otra forma de ensalzar lo propio que denostando lo… ¡caramba, qué coincidencia!

Cuando el calvinismo concibe el éxito profesional como una garantía escatólgica, pues se considera el trabajo como una forma de práctica religiosa, la contrarreforma ibérica es entendida por campos y aldeas como un dejarse en manos de la providencia, la consagración del principio de la Campana de Huesca de cortar la cabeza al que descuella.

Así, oscilando entre jingoísmo e individualismo cainita, vivimos en la esquizofrenia de felicitarnos por los triunfos como propios de un Pepito Gómez cualquiera, candidata al Nobel de Química o campeón mundial de petanca, al tiempo que gozamos desmontándolo en todos sus aspectos profesionales y personales. La prensa supuestamente seria se encarga de fomentar lo primero, “hemos ganado siete medallas de oro en los europeos de parchís”, mientras que la rosa o amarilla azuza las bajas pasiones de lo segundo. Quizá ahí encontremos parte de la explicación del porqué del éxito de ese tipo de periodismo.

Cuando el 1 de febrero de este año, Nadal se alzaba con el gran premio de Australia, los comentarios de la prensa, sobre todo la televisiva, merecerían figurar en el acta de una reunión de taxistas y no en la hemeroteca de titulares compuestos por profesionales de la información. Dedicaron más tiempo a las lágrimas de Federer que al triunfo del mallorquín, con titulares objetivos e imparciales:

Cambio de época

“Federer es historia”

“Ha empezado el reinado de nuestro Nadal”,

Que no engañaban a nadie del forofo que había escrito la crónica:

El llanto del suizo dejó bien a las claras que los momentos de gloria para Federer difícilmente se podrán repetir en un torneo en el que compita Nadal. (Álvaro Bretón, Diario de Navarra, 2 de febrero de 2009)

Rafa Nadal volvió a exhibir hoy su carácter tirano en la pista. De nuevo ante su ya eterno rival, el suizo de oro Roger Federer, que acabó sollozando desconsolado en la emotiva entrega de premios. Su sueño de superar los 14 títulos de Grand Slam de su amigo Pete Sampras empieza a desvanecerse fruto de su ansiedad y del pánico que le genera la imagen de Nadal al otro lado de la red. (Tomás de Cos, As, 2- febrero-2009)

Cinco meses y dos grandes premios después, Federer recupera el número 1 de la ATP, bate el record de Sampras de 14 triunfos y ya nadie se acuerda de lo que vomitó en febrero fruto del calentón patriotero. Y los mismos que en febrero ya estaban enterrando al suizo, ahora lo proclaman “El más grande“, sin importarles demasiado a supuestos profesionales del idioma que el castellano no permita esa construcción. Lo peor de todo es que nadie les recuerde a estos listos sus palabras y le invite a comérselas con patatas. Sé que los que me visitan suelen ver con añoranza de juveniles ardores o conmiseración por lo mal que mi ingenuidad me lo hará pasar mi exigencia de una prensa, ya que no libre, al menos rigurosa.

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La semana va acumulando temas de los que hablar, pero también yo cansancio, y al final van quedándose en la carpeta de borradores, sin decidirme a eliminarlos, aunque sé con certeza que ya no los publicaré, pues muchos de esos post frustrados responden a un suceso, opinión, declaración… tan concreto que su vida es muy breve. No tiene sentido hablar ahora de la Copa del miércoles (en el imposible de que tuviese intención de hacerlo) ni el jueves que viene sobre lo que Rajoy dijo ayer, así, para no dejarlos definitivamente dormitando en el limbo de los posts que pudieron ser, al menos pondré el esquema de lo que pensaba.

1. Ley Catalana de Educación. Que ERC dejó de ser un partido serio en 1981 ya no es una impresión, sino un hecho. Puede que tenga no sé cuántos miles de votos, pero no deja de ser la tercera fuerza política del Parlamento Catalán, y muy alejada de las dos primeras. Apenas representa a alguien más que a sí mismos, y eso encima mal, pues la guerra intestina Carod-Puigcercós por el poder ha sido apenas más edificante que la salida de Carretero o que sea mantenido en la directiva y asecendido en sus responsabilidades Vendrell, el impresentable que exigió por carta a los empleados de consejerías controladas por ERC pagos para financiar el partido. El PP necesita a ERC, porque un par de salidas de tono de Carod Rovira, que parece no haberse enterado aún de que ya no está en Cambrils, y tienen cien mil votos asegurados, -a veces pienso que el anticatalanismo es la ropa que viste el antisemitismo ibérico, pues judíos aquí hay pocos y, en compensación, se suele usar ese término para intentar denostar a los catalanes-. Recíprocamente, ERC necesita al PP; pero no cualquier PP, sino el aznarato, el ultramontano: cuanto más radical sea el PP, más votos de rechazo recogerán ellos. Sólo desde esta lógica incendiaria se puede entender lo que dicen unos y hacen otros. Porque, ¿qué necesidad había de promover una ley educativa que reduce las horas de enseñanza de castellano de 3 a 2, por debajo incluso del inglés? Sobre todo en plena pre-campaña electoral para las europeas… por si el PP no lo tenía suficientemente fácil con la crisis, desde Cataluña le tendemos puentes de plata. Sé que la ley es de Ernest Maragall, del PSC, pero la mano de ERC no está lejos, porque es el tipo de actuación con que nos tienen acostumbrados para poder chupar cámara durante dos semanas. ¿Quieren que el PP arrase en estas elecciones? La verdad es que lo parece, pues la provocación es innecesaria. Y si les va tanto la caña que necesitan abrir noticias y debates en el Mundo, la COPE y Telemadrid, que se compren ropa de cuero, pero que dejen de practicar el sado maso con Catalunya.

2. Celebraciones futboleras. Que sí, que muy bien, que el miércoles el Barça ganó el primero de los tres títulos a los que opta. Que de acuerdo, que la gente salió a celebrarlo y que probablemente bebieron un par de vasos de agua de menos. Aceptemos incluso que en toda concentración se infiltran grupos ajenos al tema sólo con el deseo de liarla parda amparados en la masa, la noche, el aninimato y la disbauxa, término catalán que no sé muy bien cómo traducir, quizá como exceso e inmoderación. ¿Pero es necesario darle tanto bombo y platillo y pábulo mediático a los altercados que provocaron apenas un centenar entre 40.000 seguidores? ¿Es necesario transmitir la idea de que Barcelona vivió una especie de kale borroka masiva? ¿Acaso no ocurre lo mismo en cualquier otra celebración de cualquier otra ciudad, por más que se silencie? Que yo recuerde, a la Cibeles el brazo se lo han cortado más de una mes durante los fastos madridistas… Tengo la sensación de que los de Cuatro vengaban así a su equipo -tristísimo ver las noticias deportivas de este canal y de la Sexta, que han convertido a María Ascario en objetiva-. Aunque también tengo la sensación de que no se dan igual las noticias si ocurren en un lugar o en otro, y es bastante triste.

3. Seguimos consipiranoiando. En la realidad paralela en la que viven Losantos, Pedro Jota, el obispo de Huesca, Luis del Pino y otros sinvergüenzas, los deseos se convierten inmediatamente en noticias. Como un Guadiana nauseabundo, Pedrojeta retoma el 11-M cada vez que hay elecciones; ahora volvemos con que fue Titadyn, según se desprende de un sesudo informe de Antonio Iglesias, de más de 500 páginas, que está desde hace tiempo disponible en el Colegio de Químicos de Madrid. Con el mencionado informe hay varios problemas: el primero de ellos, que el perito fue contratado por un abogado de la acusación particular, el famoso de José María de Pablo,  no trabajó, pues ‘para el tribunal’, como afirma el artículo, sino como perito de parte, con lo que la ‘objetividad’ hay que ponerla en cuarentena, el segundo, que el informe es una “cosa privada de ese señor -Iglesias- en la que el Colegio no tiene nada que ver” y la tercera, y más interesante, que es falso que dicho informe esté en el Colegio de Químicos de Madrid, y que tampoco puede encontrarse en las páginas web de la Asociación Nacional de Químicos de España y del Consejo General de Colegios de Químicos de España. En su columna de El Mundo, Comentarios liberales, del 13 de mayo, el taliban cesado clamaba:

Sólo tras una epopeya delictiva que duró toda la primera legislatura, ZP tapó lo que ahora se destapa: en los trenes no estalló Goma 2 ECO, sino Titadyn como el incautado a ETA en la furgoneta de Cañaveras 15 días antes. Si es mentira, rebátalo. Si no, a juicio. (“ZP, Graceland y el Reichstag”)

No puede rebatirse algo que no puede consultarse, algo que quizá ni exista. Y como no será rebatido, tendrán la desvergüenza de concluir “El que calla, otorga”. Magnífica forma de hacer periodismo. ¿No hay un comité ético que ponga coto a esto? ¿Nos merecemos a esos políticos y a estos periodistas? Yo ya he asumido que en otra vida debí ser un criminal de guerra y que por eso el karma me castiga en ésta, pero no creo que medio país comparta mi negro pasado para padecer este repugnante presente.

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En 1996, la UNESCO declaró el 23 de abril como Día Internacional del Libro, idea que había nacido en Barcelona a principios del siglo XX, cuando el escritor valenciano Vicent Clavel Andrés propuso en la Cámara Oficial del Libro de Barcelona, de la que era miembro, crear un “Día del Libro Español”. La iniciativa fue sancionada por Alfonso XIII en 1926, primero para celebrarla el 7 de octubre, fecha en que se suponía nació Cervantes, y en 1930 se trasladó al 23 de abril para pero toda España, pero sólo en Cataluña arraigó, por coincidir con la Diada de Sant Jordi. O quizá porque era surrealista celebrar una fiesta del libro en un país que en 1910 tenía una tasa de analfabetismo del 59,35% (LUZURIAGA, El analfabetismo en España, Madrid, 1919).

La fecha se escogió por se una efeméride literaria recurrente, pues en ella encajan o se hacen encajar muertes y nacimientos de escritores, pues Cervantes, Shakespeare y el Inca Garcilaso murieron el 23 de abril de 1616. Bueno, más o menos, que Cervantes murió el 22 y fue enterrado el 23, y el de Stradford murió el 23 de abril según calendario juliano, que correponde al 3 de mayo del gregoriano, vigente ya en la España que enterró a Cervantes y se olvidó de él. William Wordsworth (1850), Alejo Carpentier (1980) y Josep Pla (1981) también creyeron que era una buena fecha para que el carpintero les hiciera de sastre. Es más, viendo la nómina de poetas, dramaturgos, novelistas y demás que murieron un 23 de abril, creo que si me dedicara a las letras en lugar de andar de fiesta hoy estaría en casa escondido arreglando mis asuntos por si la Parca decidiera venir de visita.

España es un país peculiar, no me cansaré de decirlo, y nuestra prensa es espejo de lo que somos -y Espe jode lo que somos, pero eso es otra historia-, un país de esquizofrénicos, pues sólo nosotros seríamos capaces de convertir la Fiesta de las Letras en un Baile de Cifras. Así, ni siquiera en el único día de entre 365 que está dedicado a la literatura se hablará de literatura, sino de libros vendidos, del libro más vendido, del menos vendido, quién tenía la cola más larga esperando para que le firmaran el libro… Estadísiticas, cuadros, gráficos. Cifras, cifras y cifras para el eterno debate ibérico de quién la tiene más larga, quién mea más lejos. Dos minutos para ventilar el premio Cervantes que, como de costumbre, recaerá en un autor de cuya imprescindible obra el periodista que lo reseña no podría citar un solo título sin ayuda -haberla leído ya sería para dedicarle una calle al milagro-, dubitativo incluso en la ortografía de su apellido.

 Todo esta catarata de números, de comparativas, de diagramas… este minucioso recolectar todas las anécdotas posibles, mejor cuanto más absurda sea por lo alejada de la cuestión literaria, no son sino fuegos de artificio con que enmascarar la triste realidad: que seguimos siendo una panda de analfabetos funcionales. Pero, como Fray Gerundio de Campazas, alias ‘Zotes’, “que no sabía leer y ya sabía predicar”, no haber leído nada no nos impide ponernos a escribir. Pues como me advertía hace unos años una amiga, asistente de dirección en una editorial no del todo desconocida, “si todo el que escribe un libro en España, leyera un libro, la industria editorial sería más rentable que el tráfico de armas”.

Convocado un Sandedrín de futurólogos -conociendo los criterios con que se mueven nuestras televisiones, lo supongo antes formado por Aramis Fuster, Paco Porras y Rappel que por críticos y agentes literarios-, parece que el augurio para la soleada, al menos en Vetera, jornada literaria es que el segundo volumen de la trilogía “Millenium”, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, del sueco Stieg Larsson, se alce con la mediática cabecera de la lista de ventas. No puede decirnos nada ni de este libro de ni su predecesor, Los hombres que no amaban a las mujeres, pues me he impuesto no leer ninguna trilogía más mientras no estén los tres volúmenes publicados.

Aunque todos los días son para mí el Día del Libro, como para los enamorados siempre es su día, no estará de más que dejé de lado mi snobismo para mencionar el último libro que he leído. ¡No huyáis todavía, por favor, que no tiene nada que ver con los sistemas de filiación protogermánicos en la antroponimia altomedieval!

El libro es la novela La carretera, de Cormac McCarthy, libro que me aconsejaron desde el blog Aterrizaje-forzoso.blogspot.com, y que podéis encontrar analizado allí y reseñado aquí, de donde saco la imagen de la portada, que es por cierto también la de mi edición.

El autor ha tallado con frases breves un desolador camino hacia un sur que a veces parece inexistente. Cada palabra es un golpe de cincel para una obra tan sólida que pesa como una losa al acabarla, incluso pese a un final que podría ser cuestionable.

Pero no añadiré más, pues la novela merece que se hable de ella en un post específico, y no para rellenar otro o como concesión a una fecha. Como despedida, hoy no podía menos que hacerlo con un fragmento del Llibre Vermell de Montserrat, en su interpretación por Jordi Savall.

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Cuando uno es periférico en todos los ámbitos y las geografías, tiende a no sentirse representado por el centro que le ha tocado, y si este centro concibe todo el territorio como su hinterland, aún menos. Es el síndrome de Coruscant,

que afecta sobre todo a políticos, pero también a amplias capas de la sociedad y que identifica territorio y ciudad, con todas las consecuencias.  Si las pulgas de las ratas fueron el trasmisor de la Peste Negra, de esta enfermadad sinecdótica de identificar el todo por una parte, el territorio por su centro, el vector es la prensa.

La prensa, como casi todas las profesiones, tiende al corporativismo, pero al tener el cuasi monopolio de la información, la repercusión de lo que le ocurre a la prensa distorsiona la percepción de la realidad de las cosas. Véase, por ejemplo, el caso del profesor Neira que, sin ser ni único ni el primero en ser agredido por defender a una mujer maltratada, ha sido casi canonizado por la prensa por tratarse de ‘uno de los nuestros’. Así, si llueve en Madrid, dirán a menudo que España se moja, y si Madrid tiene se toma puente, toda España está de vacaciones. Y lo que ocurre en Madrid, por nimio que sea, se supone que es de vital interés para todo el país.

Pero no es Madrid la única afectada por este síndrome, que una variante del virus ataca Barcelona con especial virulencia. Cierto es que la cepa madrileña manifiesta los síntomas clásicos, no distinguiendo entre España y Madrid. En este estadio de la enfermedad, el AVE se considera una línea de metro.

La cepa barcelonesa es más escurridiza y al haberse hibridado con centros excursionistas, puede pasar desapercibida al ojo del epidemiólogo despistado. Los afectados distinguen formalmente entre ciudad y territorio; incluso el agente transmisor epidémico, la prensa, recorre pormenorizada y sistemáticamente el territorio, describiendo sus peculiaridades. Pero aquí ya se percibe el primer síntoma de la enfermedad, al entender la diferencia y la peculiaridad sólo desde el punto de vista del folklore, de lo pintoresco que pueda resultar a los ojos de Barcelona; el siguiente síntoma es entender la información sobre el territorio no como un servicio a sus habitantes sino exclusivamente desde la óptica de los intereses del centro. En esta fase, la enfermedad evoluciona en la cepa barcelonesa hacia la negación de la autonomía del territorio, lo que los expertos llaman “Pauta de Roma Imperial”: todo el territorio existe únicamente con el fin de facilitar recursos, materias y sangre a un centro fagocitador, divinizado.

Cuando Barcelona necesita agua, la tomará de donde sea, del Ter o de la cabecera del Segre, sin atender a criterios medioambientales, económicos o sociales, sin compensaciones de ningún tipo, ni al territorio ni a quienes pierdan cosechas por falta de riego. Si alguna facultad periférica solicita aumentar su número de plazas en medicina, le será denegado al tiempo que se abren dos facultades nuevas en Barcelona. En los últimos años, la enfermedad, latente durante décadas, ha despertado y se extiende rápidamente a los distintos órganos. Desde Medio Ambiente, donde bosques y montañas, al margen de su titularidad, no tienen otro uso que albergar a domingueros barceloneses meapinos y robasetas, hasta Vivienda, donde los planes urbanísticos y de infraestructuras se supeditan a las necesidades habitacionales de la Roma Imperial.

Los expertos consultados no preven una remisión de la virulencia de la cepa barcelonesa en los próximos dos años, como mínimo, y se teme que cualquier cambio en las condiciones ambientales pueda reactivar síntomas ahora controlados; estos mismos expertos descartan cualquier mejoría entre los afectados por la cepa madrileña, destacando el alto nivel de toxicidad en los vectores deportivos. De los focos infecciosos de Sevilla y Bilbao se están esperando estudios específicos, para determinar las características de las cepas. Sin el control médico adecuado, el síndrome de Coruscant desemboca irremediablemente en hacer realidad los desvaríos mentales de la ecumenópolis:

Seseña

 Seseña

Marina d’Or

Costa del Sol

Palma de Mallorca

Quizá hemos llegado tarde…

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Madridgate

Red de espionaje en Madrid. La trama, al principio, tenía visos de guion de Hitchcock, un inquietante aire Nixon y cierto regusto a novela de Tom Clancy. Pero, señores, estamos en España, el país donde “Los hombres de Paco” no es una comedia, una astracanada, sino una serie costumbrista, casi un documental. A medida que se ha ido profundizando en el asunto, el perfume holliwoodiense ha ido diluyendo en el acre hedor patrio a garbanzos recalentados, a adaptación chusca de “El caso Bourne” interpretada por Anacleto, agente secreto

Pero por zafio y torpe que sea, que lo es, y mucho, por mucho que nos recuerde más a Torrente que a Enemigo público, no debemos perder de vista la enorme gravedad de las acusaciones, debe preocuparnos la perspectiva de cómo los responsables podrían usar los resortes del Estado en beneficio propio de tenerlos de nuevo a su alcance. Ni debe tampoco tranquilizarnos que estas redes se espionaje las hayan tejido los discípulos torpes de Mortadelo y Filemón.

Y digo redes y no red porque, en mi opinión, tres son las tramas que han convertido la Alcaldía y la Comunidad de Madrid en foco de atención, chismorreo y pitorreo de medio mundo, desde el Corriere della Sera, hasta la Patagonia, pasando por Le Figaro. La prensa, en especial El País, cuya labor de investigación es digna de todo elogio, ha ido destapando un escándalo por capítulos, de manera que se los datos se superponen ,  haciendo casi imposible de desentrañar el hilo de la madeja del escándalo de la Villa y Corte. Y es casi imposible porque son, en mi opinión, tres madejas, y no una.

Primera madeja: Doña Esperanza, Espe, condesa consorte de Murillo, se titula liberal y como tal la proclaman sus voceros de la COPE y Telemadrid, pero en el asalto al poder ha preferido el stalinismo como modus operandi, expurgar de su satrapía a todo lo que huela a rajoyismo. Sus incondicionales jaleaban su candidatura urbi et orbe, y ella amagó, pero no salió finalmente, una retirada a tiempo de envitar un descalabro del que quizá no se recuperaría, porque fuera de Madrid tiene menos apoyos que un Goldstein a presidir un partido neonazi. En este estado de cosas, convenía a la lideresa -o quizá así lo interpretaron sus más inmediatos colaboradores, concedámosle el beneficio de la ignorancia- afianzar su posición local antes de asaltar los cielos. Para ello no bastaba con destituir fulminantemente a los trostkistas, perdón, rajoyistas, como Prada: había que destruirlos políticamente. Operación Nacht und Nebel. Al devanar esta madeja, es el nombre de Granados el que suena cada vez con más fuerza, y cada vez atrapado en mayores cenagales.

Segunda madeja: Llamar ‘desencuentros’ la relación entre el Gobierno de Madrid y la alcaldía es tan eufemístico como llamar escaramuza a la batalla del Somme. Entre la Puerta del Sol y la Plaza de la Villa hay una guerra encarnizada a bayoneta calada y a degüello. No hay prisioneros. El hombre fuerte de Gallardón, Cobos,  habría sido el objetivo de esta segunda red, eliminando el más firme y quizá el único apoyo de Gallardón dentro de la cúpula del PP. El propio alcalde manifestaba el 22 de enero que la unidad que seguía a Cobos estaba dentro del ejecutivo autonómico, ante la estupefacción de una ciudadanía que contemplaba una pelea barriobajera a navajazos. De mar de fondo, la batalla por el control de Caja Madrid, donde la reforma que Aguirre quiere imponer disminuiría el poder del Ayuntamiento de un 70% actual a un 30%.

Tercera madeja. La llegada al poder de Esperanza Aguirre no pudo ser más sospechosa. Tras la defección de Tamayo y Sanz se sospechó de sobornos de ciertos empresarios. Estos mismos empresarios parecen ahora descontentos por la manera con que se han adjudicado ciertas obras públicas, ciertas concesiones a las que quizás se creían con mejores derechos. Y esta es la tercera red, la que pretende desacreditar al vicepresidente, González, por unas adjudicaciones sospechosas y unas amistades aún más sospechosas, hecho que, siempre según El País, Álvaro Lapuerta, tesorero del PP, ya habría comentado en Génova.

Tres tramas, no una. Tres redes de espionaje (o unidades de Seguridad, según Granados) para tres guerras distintas: una, afianzar posiciones ante la previsible batalla por la sucesión de Rajoy si las europeas y las gallegas no acaban con triunfo popular; dos, la guerra de Madrid y, en especial, caja Madrid, y tres, la guerra entre las distintos lobbies económicos que sostienen el entramado.

El escándalo pilla a Génova con el paso cambiado. Cospedal inicia una ronda de interrogatorios, los medios de la derecha no saben cómo reaccionar, incluso Aguirre tiene que reprender a la COPE: “Cuanto más se habla de esto, más les beneficia a ellos (el PSOE)”. González Pons fue el primero en intentar echar balones fuera, implicando al Ministerio de Interior: “Ciertos datos sólo pueden obtenerse con la connivencia de alguien del Ministerio”. Veamos: si la TIA madrileña está constituida, com afirma El País, por ex agentes de policía y ex guardias civiles que, con seguridad, mantendrán amistades y contactos en activo que les facilitarán los datos sin que Rubalcaba tenga que firmar orden alguna. El miedo de Aguirre es el miedo de todo usurpador, de todo tirano  que alquien le eche del poder usando las mismas armas con que lo alcanzó: traición, violencia, veneno.  En cualquier país civilizado, dimitirían, como mínimo, el consejero cuyo departamento está implicado, bien por organizarlo, bien por desconocer lo que hacían sus subordinados. Pero España aún no es un país civilizado.

Rajoy huele a muerto y ansar prepara su segunda venida.

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